Tradicionalmente, el método de enseñanza se ha basado en las clases magistrales en las que el alumno consideraba a su tutor como la llave o el único camino para alcanzar el conocimiento. Así, el docente poseía un entero control sobre todo lo que sucedía en el aula con el control y la dosificación del ritmo y el aprendizaje de sus alumnos.
Con la llegada de la tecnología a las aulas, se ha producido toda una revolución educativa en la que el docente debe adaptarse y encontrar su espacio en esta nueva realidad. Así pues, no se debería pensar que su figura pierde validez desplazado por las nuevas tecnologías, sino que, por el contrario, su función adquiere incluso una importancia más decisiva si cabe.
Si bien la labor primaria de un docente a lo largo de la historia ha sido alfabetizar, las nuevas tecnologías han ampliado este concepto para incluir en él el uso de las nuevas tecnologías. En ese sentido, no sólo se debería de hablar de alfabetización, sino también de alfabetización digital.
El empleo de la tecnología en el aula supone la ruptura de la limitación de espacio y de tiempo a que nos condiciona un lugar que carezca de ella. Consecuentemente, gracias a ella el mundo del aula y el mundo exterior se se complementan en una misma realidad que hasta entonces habían estado separadas. Asimismo, el uso de las herramientas digitales proporciona una mejor aplicación de un enfoque comunicativo de la enseñanza de manera que, desde ahora y mejor que nunca, el alumno se sitúa en el centro de su aprendizaje facilitando y potenciando su rol como agente activo. Por tanto, el alumno tiene ante sí el mundo real cargado de información y conocimiento. Es, en este punto, cuando la figura del docente adquiere una importancia primordial como canalizador de toda esa información y conocimiento. Así, debe realizar un uso pragmático y fecundo de todas las herramientas que redunde también en la productividad del aprendizaje del alumno familiarizándolo con sus usos.
Además, la tecnología concede tanto al profesor como, especialmente, al estudiante un mayor grado de autonomía al mismo tiempo que estimula un aprendizaje cooperativo. Pero igualmente, este nivel superior de independencia del alumno, está ligado al mismo tiempo a un seguimiento más personalizado por parte del docente.
Con todo ello, el tutor siempre decidirá sobre aquello interesante que quiere que alumno aproveche de ese mundo asimilándolo en su propio mundo de sus conocimientos. Así pues, podría sugerirse que el profesor al mismo tiempo que se sitúa a la altura del alumno en la búsqueda de conocimiento se adquiere ciertas características de demiurgo seleccionando la información para llevarla al aula.
No debería de hablarse de las nuevas tecnologías como sustitutas de la figura del docente. Asimismo, como también se ha comentado en los foros, el docente siempre conservará el trabajo final, es decir, la evaluación del alumno. Por tanto, hay se debe ser receptivo a la introducción de las nuevas tecnologías en las aulas debido a todo lo que ellas pueden aportar, obviamente, gracias al uso del ser humano porque no se debe olvidar que, el hecho de que cambien las herramientas, no ha variado el objetivo del docente, es decir, el aprendizaje del alumno.
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